Por Sofía Berrío Martínez Colaboradora
En las sombras se da una identidad hasta al más insípido de los objetos, la proyección es un lienzo en blanco de la imaginación y aún más la de un niño. En las sombras nacen los monstruos; entonces, esos monstruos, con los meses, reciben nombre y se esconden bajo el colchón; sin embargo, con los años desaparecen o eso queremos creer: escondemos los monstruos, los sepultamos y hasta olvidamos, tal vez porque nos da miedo intentar entender lo que se nos va de los sentidos; olvidarlos no implica que se vayan, sino que vivan entre nosotros o incluso en nosotros, mientras nos convencemos de ignorarlos con la premisa de que no son más que fantasía para tener algo a que aferrarnos cuando el terror nos consume.