Manuela Muñoz Acevedo
Estudiante Psicología, Universidad Católica Luis Amigó
Es un episodio súbito y temporal de miedo, ansiedad o malestar injustificados o sin causa aparente. Ataques de pánico, reconózcalos y aprenda a controlarlos.
Tienen una duración de entre 10 a 30 minutos, aunque algunos síntomas puedan continuar presentándose al cabo de las siguientes horas.
Se desconoce el origen de los ataques, pero hay causas que pueden producirlos.
El estrés excesivo, situaciones de intranquilidad, excitación emocional (emociones muy fuertes que no son debidamente controladas) o simplemente causas genéticas (personas más sensibles al estrés o las situaciones problemáticas).
Según el manual «Diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales», DSM, el inicio de la mayoría de este tipo de trastornos tiene lugar entre los 13 y los 15 años de edad.
Aunque al tratarse de sensaciones repentinas de miedo excesivo, cualquier persona en una situación de estrés que no sepa manejar puede presentar los síntomas característicos.
Reconoce los síntomas
Si presenta por lo menos cuatro de los siguientes síntomas esté atento: latido fuerte o acelerado del corazón, sudor excesivo, escalofríos, temblores, mareos, dificultad para respirar, debilidad, arcadas, dolor torácico, sentimientos de irrealidad o miedo a morir o sensación de desmayo.
Es imperativo que conozca cómo intervenir en cada caso
Antes de la etapa del pánico se manifiesta una etapa llamada «ansiedad anticipatoria», donde la mente identifica una situación incómoda y le pide al cuerpo que responda.
El cuerpo actúa con base en situaciones pasadas similares y analiza las posibles formas de defensa que tiene a su alcance, a la espera de la peor situación.
Cuando se evocan experiencias donde el individuo no pudo controlar la situación, ocurre el ataque de pánico. El cuerpo ahora comienza a experimentar ansiedad de forma física.
Allí es cuando se presentan los síntomas antes mencionados.
Durante ésta etapa la mente envía instrucciones al cuerpo para activar el modo de alerta o emergencia, pero al no tratarse de una crisis física, se producen percepciones exageradas de amenaza y un cambio en la química del cuerpo.
Si se llega a experimentar un ataque lo primordial es detenerlo
Para esto primero se debe reconocer que lo está experimentando y recordar que es temporal, al mismo tiempo se regula la respiración y se reducen los estímulos desencadenantes.
Por ejemplo abandona el lugar, busca un espacio silencioso o cierra los ojos, enfócate en un objeto o una sensación familiar que te mantenga anclado a la realidad, habla con un amigo o encuentra el método que te funcione mejor.
También existen métodos muy sencillos para prevenir las crisis: evitar el consumo de cafeína, nicotina, alcohol y drogas recreativas para aliviar las situaciones de miedo y ansiedad, adoptar hábitos de sueño regulares, ejercitarse, practicar yoga y técnicas de relajación para mejorar la irritabilidad.
También es importante aprender a controlar el estrés y la respiración.
Además, existen sustancias naturales que pueden calmar los nervios y la ansiedad como la manzanilla, lavanda o las infusiones de valeriana.