Por Sofía Berrío Martínez.
Danzan en mi cabeza miles de sombras y aún si corriera seguiría siendo su prisionera. Miedos los llaman popularmente a esos seres que me impiden romper las cadenas, esos pequeños que juegan a verse grandes en mi cabeza, que sin falta llegan cuando cae la noche y solo quedan el viento y la luz de las velas.
Poco a poco me empecé a ver cautiva de los mismos. Solo los cuervos venían a acompañarme al atardecer para ver el sol cayendo tras las montañas desde mi ventana, momento en que las sombras se preparaban para salir a danzar en una nueva velada.