Manuela Muñoz Acevedo
Estudiante Psicología Universidad Católica Luis Amigó
El Trastorno del Espectro Autista, TEA, es un síndrome que afecta la cognición, el lenguaje, la comunicación y altera la interacción social de quien lo padece. ¿Cómo reconocer y convivir con una persona autista?, acá le damos pistas
El autismo promueve intereses peculiares y repetitivos tales como preocupación intensa hacia un interés u objeto, saltar o aplaudir constantemente, necesidad de crear rutinas inflexibles, entre otras, aunque cada persona puede tener gran variedad de síntomas distintos.
Este padecimiento impone grandes retos sociales de inclusión, relacionamiento, imposición de límites y comportamiento, así como la planificación a futuro a causa de la incertidumbre.
También una continua lucha por la tolerancia y aceptación social, tanto para la persona, como para quienes viven el proceso con el paciente, dado que la familia es la más cercana a la realidad del trastorno y son quienes constituyen el mayor apoyo.
Cambios de hábitos familiares
Esto les obliga a someterse a modificaciones de hábitos, como crear rutinas beneficiosas, actividades productivas al aire libre que promuevan el aprendizaje funcional.
Además, los grupos familiares deben obtener nuevas limitaciones en su estilo de vida, como replantear sus planes a largo plazo, perder parte de su independencia, adquirir mayores responsabilidades y analizar mejor sus decisiones.
El impacto familiar
En un estudio llevado a cabo por el Instituto Politécnico de Virginia se descubrió que los hermanos de los niños con autismo son más propensos a ser retraídos y a tener deficientes habilidades sociales, más que los hermanos de los niños que no tienen trastorno.
Aunque no pueden generalizarse los efectos ni la experiencia de cada familia, existen patrones de conducta innegables que se obtienen al convivir diariamente con una persona con autismo.
Nos convertimos en personas pacientes, comprensivas, que aceptan mejor las diferencias. Aprendemos sobre la tolerancia y el perdón en repetidas ocasiones; aprendemos a tolerar la frustración, desarrollamos actitudes de protección, ayuda y agradecimiento y dejamos a un lado el egoísmo.
Convivir con estas situaciones no nos hace diferentes ni mejores, sólo nos hace más conscientes de que hay muchos tipos de personalidades, habilidades, formas de comunicación, de pensar y actuar, y que todas merecen ser escuchadas, comprendidas, protegidas y respetadas.
Como familia, somos su primer espacio de relacionamiento y entendemos desde el principio que es nuestro deber hacerlos sentir cómodos, apoyados y comprendidos desde casa.
¿Cómo se detecta?
Al padecer autismo, se presenta una gran deficiencia en la comunicación y la interacción social, patrones repetitivos de comportamiento, dificultad para mantener la mirada o la atención, confusión al recibir órdenes directas, bajo umbral de tolerancia a ruidos, personas, luces y demás estímulos.
Además movimientos como balanceo, chasqueo de los dedos o movimiento continuo de las manos o los pies, entre otras estereotipias.
El TEA comienza a manifestarse antes de los 3 años, con algunos signos de alarma que se deben tener en cuenta para buscar un diagnostico a tiempo.
Los principales signos de alarma son: No responder a su nombre, no mostrar interés por los objetos, evitar el contacto visual y el relacionamiento, repetir palabras o acciones constantemente, tener reacciones poco habituales a los sonidos o estímulos externos, irritarse con facilidad y presentar dificultad para concentrarse o relacionar palabras.
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) uno de cada 160 niños en el mundo padece el Trastorno del Espectro Autista (TEA). En cuanto a Colombia, los cálculos son de 115.000 casos.