Por Sofía Berrío Martínez Colaboradora
El bronce no fue suficiente porque se deterioraba fácilmente, el oro era muy pesado y rígido y se acordó de que el material perfecto serían las estrellas ligeras, distantes y brillantes. De ahí que los corazones iluminan los caminos, al igual que los susurros, que alimentan la vida. Es así como nace el amor, del polvo de estrellas que los dioses agruparon para formar el corazón. Tal vez por eso es tan disonante a la razón: mientras el corazón es un pedazo de cielo, la razón es esencia de tierra que se hace de arcilla y se le va dando forma a manos de la experiencia.