Por Sofía Berrío Martínez Colaboradora
El peso de las horas y la sensación que producen las mismas me hace pensar que hay un ojo en el reloj que se burla de nosotros, provocando que aquellos momentos en que desbordados de felicidad pasen veloces y en el sufrimiento sean una eternidad, tal vez hay un duende en el reloj que se aprovecha de la mayor debilidad humana: los sentimientos; tal vez por eso el tiempo no es imparcial, tal vez, a través de sus juegos, vamos aprendiendo que los instantes más fugaces son sinónimos de felicidad.