Por Sofía Berrío Martínez
Hace 20 años que no se escuchaban las campanas de la iglesia. Hace 20 años
escapamos del terror, pero como todo en la vida vuelve, esta no era la excepción:
esta vez no habría piedad, esta vez no había quién los salvara. Primero fueron los
inviernos y luego se robaron el sol. Ya no había luz de día, solo lamentos, la
desesperación inundó al pequeño pueblo que se veía sin posibilidad de huida con
todas las rutas posibles selladas en los límites del lugar y como presagio una
ola los desapareció del mapa solo dos días después de que sonaran las campanas.