A nadie se le hubiera pasado por la cabeza que un adicto a la morfina, a la heroína, al dilaudid, al diccodid, al eucodal, al pantopón, diosane, opio, demerol, dolofina, palfium y toda clase de drogas intravenosas sería en realidad quien moldearía el pensar de una generación a la cual en un principio llamaron “Beat”; que un hombre, sin proponérselo, sería más adelante el gurú del rocanrol luego de sus épocas más duras cuando llegó a pasar un año entero encerrado en su casa sin bañarse ni cambiarse de ropa, viendo transcurrir su vida a través de la punta de su zapato que era capaz de mirar durante ocho horas seguidas en medio de un viaje de endorfinas psicotrópicas… aunque pensándolo bien, quién mejor que un personaje de ese calibre para serlo.
En su “testimonio sobre una enfermedad”, primer capítulo de uno de sus más importantes libros llamado “El almuerzo desnudo”, William Seward Burroughs confesó en su momento que consumió la droga bajo muchas formas: “La he fumado, comido, aspirado, inyectado en vena-piel-músculo, introducido en supositorios rectales. La aguja no es importante. Tanto da que la aspires, la fumes, la comas o te la metas por el culo, el resultado es el mismo: adicción”.
En ese momento, el hombre que sería leído, seguido y hasta idolatrado por un cúmulo de artistas degenerados, aceptaría que “la droga es el producto ideal… la mercancía definitiva. No hace falta literatura para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para suplicar que le vendan… El comerciante de droga no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto. No mejora ni simplifica su mercancía. Degrada y simplifica al cliente”.
William Burroughs nació en San Luis, Misuri, Estados Unidos, el 5 de febrero de 1914 y cuando atravesaban los años 40 junto a sus compañeros de la Universidad de Columbia (en Nueva York), Jack Kerouac, Allen Ginsberg y Lucien Carr, iniciaron el movimiento intelectual de la ‘generación cansada’, “Beat Generation”, con el cual disidían desde la palabra contra un sistema entendido como Estado, Aparato Educativo, Medios Masivos y Mercado.
Luego de que el Jazz y en especial el subgénero Bebop, en cabeza de Charlie Parker, fuera la banda sonora de la “Beat Generation”, fue el naciente género del Rock and Roll en los años 50 el que tomaría el pensamiento inoculado por los cuatro compañeros universitarios como bandera contra el Stablishment cultural estadounidense.
No obstante ser considerado un ácido crítico social, ensayista, novelista, artista visual y poeta, Burroughs se definía como un fantasma… “Soy un fantasma que desea lo que todos los fantasmas –un cuerpo- después del Largo Tiempo que estuve cruzando avenidas inodoras del espacio sin vida al no olor incoloro de la muerte… Es imposible respirarlo, olerlo a través de las rosadas circunvoluciones del cartílago, adornadas con lazos de mocos cristalizados, mierda temporal y filtros de sangre y de carne negra”.
La enfermedad adictiva de Burroughs duró 15 años. A los cuarenta y cinco confesó que se curó gracias a un tratamiento alternativo con apomorfina que un amigo médico le sugirió:
La apomorfina es un compuesto que se forma al hervir morfina y ácido clorhídrico. Se descubrió años antes de ser utilizado para tratar a los adictos. Durante muchos años, la apomorfina, que no tiene propiedades narcóticas ni analgésicas, se aplicó únicamente como emético, para provocar vómitos en casos de envenenamiento. Actúa directamente sobre el centro del vómito, en el cerebro posterior.
La apomorfina es un regulador metabólico y psíquico que puede suspenderse en cuanto ha cumplido su misión.
La cura de apomorfina es cualitativamente distinta de otros métodos de cura. Los he probado todos. Reducción rápida, reducción lenta, cortisona, antihistamínicos, tranquilizantes, curas de sueño, tolserol, reserpina. Ninguna de esas curas superó la primera oportunidad de reincidir. Puedo asegurar que nunca me curé metabólicamente hasta haber realizado la cura de apomorfina.
Desperté de la Enfermedad a los cuarenta y cinco años, sereno, cuerdo y en bastante buen estado de salud, a no ser por un hígado algo resentido y ese aspecto de llevar la carne de prestado que tienen todos los que sobreviven a la Enfermedad… La mayoría de esos supervivientes no recuerdan su delirio con detalle. Al parecer, yo tomé notas detalladas sobre la Enfermedad y el delirio. No tengo un recuerdo preciso de haber escrito las notas publicadas ahora con el título de EL ALMUERZO DESNUDO. El título fue sugerido por Jack Kerouac. Hasta mi reciente recuperación no comprendí lo que significaba exactamente lo que dicen sus palabras: ALMUERZO DESNUDO: un instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores.
The Naked Launch (1959)
El lenguaje como un virus
El pensamiento de Burroughs no busca imponer límites, sino por el contrario derrumbarlos. Es tal vez esta actitud trasgresora lo que imantó la filosofía del rocanrol, subversiva por naturaleza. Artistas que datan desde finales de los 50 hasta quienes son contemporáneos retoman sus teorías para transformarlas en sus obras, asegurándose de darle trascendencia en el tiempo a la corriente agitadora del autor.
En su libro La revolución electrónica (1970), Burroughs excede los dominios literarios y propone la teoría del lenguaje como virus, en tanto no ha sido creado por el hombre sino que lo ha invadido y vive en él como un parásito. Además, como un tratado para agentes de la CIA, revela los detalles sobre experimentos sonoros y visuales para generar lo que llama un terrorismo psíquico, capaz de manipular sociedades a través de sonidos pregrabados, los cuales podrían usarse con la intención de generar paz y tranquilidad o caos y desórdenes sociales capaces de destruir lo establecido.
“El lenguaje es un virus que en tanto tal no ha sido creado por el hombre, sino que lo ha invadido y vive en él como un parásito. Es un virus -y no una bacteria u otro organismo- porque es algo no viviente que al introducirse en un ser vivo usurpa las características de la vida, puede reproducir sus cadenas informativas dentro del organismo y luego afectar a otros (mediante un proceso que los lingüistas llaman ‘adquisición del lenguaje’) y puede incluso, matar”, asevera.
Prosigue Burroughs en uno de sus ensayos del libro diciendo que “mi teoría fundamental es que la palabra escrita fue literalmente un virus que hizo posible la palabra hablada. La palabra no ha sido reconocida como un virus porque alcanzó un estado de simbiosis estable con el huésped”.
Reafirma su teoría diciendo que “en el principio era la palabra y la palabra era Dios y la palabra era carne… Carne Humana… En el principio de la escritura. Los animales hablan y transmiten información. Pero no escriben. No pueden hacer que la información esté disponible para las generaciones futuras o para los animales que están fuera del alcance de su sistema comunicativo. Ésta es la diferencia fundamental entre los hombres y otros animales. La escritura”.
El Cut-Up, la técnica del caos
Con la voluntad expresa de liberar el virus contenido en la palabra y promover el caos social, Burroughs, junto a su amigo y artista plástico Brion Gysin, creó la técnica literaria del corte o Cut-up, la cual fue retomada más adelante por un sinnúmero de compositores rock, siendo David Bowie y Kurt Cobain dos de los más grandes ejecutores en sus composiciones.
La técnica es simple: “Cortar una página (de un diario o una revista) por la mitad a lo largo y luego a lo ancho en cuatro partes. La parte 1 se ubica luego junto a la parte 4 y la parte 3 junto a la parte 2 en una nueva secuencia”, lo cual genera un texto desconocido hasta el momento, según Burroughs.
Pero la simpleza de la técnica Cut-up se diluye cuando el autor la propone como un arma de largo alcance para mezclar y anular líneas asociativas establecidas por los medios masivos. “El control de los medios masivos depende del establecimiento de líneas de asociación. Cuando las líneas son cortadas, las conexiones asociativas se rompen. Llevándolo más lejos, podemos romper la página en unidades cada vez más pequeñas en secuencias alteradas”.
David Bowie y la distopía del antihéroe
“¿Quién o qué nos encierra atemorizados en el tiempo, en el cuerpo, en la mierda? Se los voy a decir: La palabra”. W. Burroughs. Nova Express (1969).
Burroughs visita a David Bowie el 17 de noviembre de 1974 en su casa de Londres por solicitud de la revista Rolling Stone. Hasta ese momento los autores no se habían visto de manera personal. El escritor a pesar de haber leído previamente todas las letras escritas por el cantante, solo había escuchado las canciones «Five Years» y «Star Man».
Por su parte, el cantante solo había leído del escritor, por ocasión de su visita, el libro Nova Express (1964). Sin embargo, ambos habían expresado con anticipación su mutuo interés por conocerse. “Hubo un gusto y respeto inmediato”, según la publicación, la cual detalló que la conversación duró alrededor de dos horas. Días más tarde, Bowie viajó a París en busca de Burroughs porque “quién sabe, podemos llegar a ser los Rogers y Hammerstein de los años 70”, aseguró.
En algunos apartes de la conversación se puede leer:
–Bowie: una canción tiene que adoptar carácter, forma, cuerpo e influenciar a las personas hasta el punto de que la usen para sus propios dispositivos. Debe afectarlos no solo como una canción, sino como un estilo de vida. Las estrellas del rock han asimilado todo tipo de filosofías, estilos, historias, escritos, y arrojan lo que han aprendido de eso.
–Burroughs: La revolución vendrá de ignorar a los otros fuera de existencia.
-Bowie: Cambio mucho de opinión. Por lo general, no estoy de acuerdo con lo que digo mucho. Soy un mentiroso horrible.
-Burroughs: Yo también.
-Bowie: No estoy seguro de si estoy cambiando de opinión o si miento mucho. Está en algún lugar entre las dos. No miento exactamente, cambio de opinión todo el tiempo. La gente siempre me arroja cosas que he dicho y digo que no quise decir nada. No puedes quedarte quieto en un punto durante toda tu vida.
-Burroughs: Solo los políticos establecen lo que piensan y eso es todo. Tome un hombre como Hitler, él nunca cambió de opinión.
-Bowie: Nova Express realmente me recordó a Ziggy Stardust que voy a poner en una representación teatral. Hay cuarenta escenas y sería bueno si los personajes y actores aprendieran las escenas y todos las barajáramos con un sombrero la tarde de la actuación y la realizáramos a medida que salieran las escenas. Recibí todo esto de ti, Bill… así que cambiaría todas las noches.
-Burroughs: Esa es una muy buena idea, (Cut-up) corte visual en una secuencia diferente.
-Bowie: Me aburro muy rápido y eso le daría nueva energía. Soy bastante de la vieja escuela, pensando que cuando un artista hace su trabajo ya no es “su”… solo veo lo que la gente hace de él. Es por eso que la producción televisiva de Ziggy tendrá que superar las expectativas de la gente de lo que pensaban que era Ziggy.
-Burroughs: ¿Podrías explicar esta imagen tuya de Ziggy Stardust? Por lo que puedo ver, tiene que ver con que el mundo esté en vísperas de la destrucción dentro de cinco años.
-Bowie: Faltan cinco años para el fin del mundo. Se ha anunciado que el mundo terminará por falta de recursos naturales. [El álbum fue lanzado hace tres años]. Ziggy está en una posición en la que todos los niños tienen acceso a las cosas que pensaban que querían. Las personas mayores han perdido todo contacto con la realidad y los niños se quedan solos para saquear cualquier cosa. Ziggy estaba en una banda de rock & roll y los niños ya no quieren rock & roll. No hay electricidad para tocarlo. El asesor de Ziggy le dice que recolecte noticias y las cante, porque no hay noticias. Entonces Ziggy hace esto y hay noticias terribles. «All the Young Dudes» es una canción sobre esta noticia. No es un himno para los jóvenes como la gente pensaba. Es completamente lo contrario.
-Burroughs: Tus letras son bastante perceptivas.
-Bowie: Son un poco de clase media, pero está bien, porque yo soy de clase media.
-Burroughs: Es bastante sorprendente que sean letras tan complicadas que pueden llegar a una audiencia masiva. El contenido de la mayoría de las letras pop es prácticamente cero.
-Bowie: Estoy bastante seguro de que la audiencia que tengo para mis cosas no escucha la letra.
-Burroughs: Eso es lo que me interesa escuchar… ¿los entienden?
-Bowie: Bueno, se trata más como una cuestión mediática y es solo después de que se sientan y se molestan en mirar. En qué nivel los están leyendo, los entienden, porque me enviarán sus propios escritos de lo que estoy hablando, lo cual es genial para mí porque a veces no lo sé. Ha habido ocasiones en las que he escrito algo y sale y vuelve a aparecer en una carta de un niño sobre lo que piensan al respecto y he tomado su análisis tan en serio que he aceptado lo suyo. Escribir lo que mi audiencia me dice que escriba.
Rolling Stone, (1974)
En declaraciones dadas más adelante por Bowie, el cantante aceptó el uso constante de la técnica Cut-up en sus composiciones. “Escribes un párrafo o dos que describen diferentes temas, se crea una especie de ‘lista de ingredientes de la historia’, supongo, y luego se cortan las oraciones en cuatro o cinco secciones de palabras. Se mezclan y vuelven a conectarse. La técnica permite a los compositores obtener algunas combinaciones de ideas bastante interesantes”.
“Algunos son unos hijos de puta, otros no; es todo lo que hay”
En 1992 un joven que anticipaba la muerte en su rostro lánguido visitó al viejo Bill. Llegó cargado con las letras de su próximo trabajo discográfico luego de haber vendido más de 20 millones de copias de su disco anterior, Nevermind. El joven parecía que visitaba a su Maestro con quien, durante toda una tarde, sostuvo una conversación sobre literatura, música, drogas y la vida misma.
Kurtis Donald Cohbaine había confesado días antes a un crítico musical que “mis letras son un Cut-up total. Tomo líneas de diferentes poemas que he escrito. Construyo sobre un tema si puedo, pero a veces ni siquiera puedo tener una idea de lo que trata la canción”.
Según la literatura al respecto del encuentro, Kurt Cobain buscó en Burroughs las respuestas a preguntas existenciales que le martillaban el cerebro: ¿Cómo buscar el equilibrio en la cuerda floja? ¿Qué pasa con nosotros cuando morimos?… “Cuando uno muere se muere, eso es todo”, contestó el escritor sin mayor dilación.
Cobain en medio de su conversación da avisos de sufrimiento, cuenta sus experiencias de adicción, sobredosis, abstinencia y recaída en la heroína. Con un filoso sarcasmo extraído de su voz pasmosa, Bill atina a decir: “Algunos son unos hijos de puta, otros no: eso es todo lo que hay”.
Cobain ofrece a Burroughs el demo con las letras del que sería el tercer trabajo de su banda Nirvana, In Utero. Letras como “Rape Me” y “Pennyroyal Tea” indicaban directamente los desórdenes mentales y personales que llevarían al artista más tarde a quitarse la vida.
Tras la desaparición del fundador del Grunge, en una ocasión le preguntaron al escritor sobre su impresión acerca de la muerte de Cobain: “Lo que recuerdo es la expresión moribunda de sus mejillas. Él no tenía intención de suicidarse, por lo que yo sé, ya estaba muerto”.
Pero por fortuna, el encuentro entre estas dos mentes alteradas dejó un registro para la posteridad: Cobain le propuso a Burroughs una colaboración. El poeta le envió una grabación de “The Junky’s Christmas”.
Al poema recitado por Burroughs, Cobain agregó rasgueos rabiosos de guitarra basados en “Silent Night” y “To Anacreon in Heaven”. El resultado fue “The Priest, They Called Him», una historia sombría sobre la adicción a la heroína de un sacerdote quien al final no tuvo de otra sino de optar por “la solución inmaculada”, originalmente publicado en la colección del autor de 1973 llamada “The Exterminator”.
«Priest» They Called Him
«Fight tuberculosis, folks» Christmas Eve, an old
Junkie selling Christmas seals on North Park Street.
The «Priest» they called him. «Fight tuberculosis, folks»
People hurried by, gray shadows on a distant wall.
It was getting late and no money to score.
He turned into a side street and the lake wind hit him like a knife.
Cab stop just ahead under a streetlight.
Boy got out with a suitcase. Thin kid in prep school clothes,
Familiar face, the Priest told himself, watching from the doorway.
«Remindsme of something a long time ago.» The boy, there, with his overcoat
Unbuttoned, reaching into his pants pocket for the cab fare.
The cab drove away and turned the corner. The boy went inside
A building. «Hmm, yes, maybe» – the suitcase was there in the doorway.
The boy nowhere in sight. Gone to get the keys, most likely,
Have to move fast. He picked up the suitcase and started for the corner.
Made it. Glanced down at the case. It didn’t look like the case the boy had,
Or any boy would have. The Priest couldn’t put his finger on what was so
Old about the case. Old and dirty, poor quality leather, and heavy.
Better see what’s inside. He turned into Lincoln Park, found an
Empty place and opened the case. Two severed human legs that belonged to
A young man with dark skin. Shiny black leg hairs glittered in the
Dim streetlight. The legs had been forced into the case and he had to use
His knee on the back of the case to shove them out. «Legs, yet,»
He said, and walked quickly away with the case.
Might bring a few dollars to score. The buyer sniffed suspiciously.
«Kind of a funny smell about it.» «It’s just Mexican leather.»
«Well, some joker didn’t cure it.»
The buyer looked at the case with cold disfavor.
«Not even right sure he killed it, whatever it is.
Three is the best I can do and it hurts. But since this is Christmas
And you’re the Priest…» he slipped three bills under the table into the
Priest’s dirty hand. The Priest faded into the street shadows, seedy
And furtive. Three cents didn’t buy a bag, nothing less than a nickel.
Say, remember that old Addie croaker told me not to come back unless
I paid him the three cents I owe him. Yeah, isn’t that a fruit for ya,
Blow your stack about three lousy cents.
The doctor was not pleased to see him.
«Now, what do you WANT? I TOLD you!»
The Priest laid three bills on the table. The doctor put the
Money in his pocket and started to scream.
«I’ve had TROUBLES! PEOPLE have been around!
I may lose my LICENSE!» The Priest just sat there, eyes, old and heavy with
Years of junk, on the doctor’s face.
«I can’t write you a prescription.» The doctor jerked open a drawer
And slid an ampule across the table. «That’s all I have in the OFFICE!»
The doctor stood up. «Take it and GET OUT!» he screamed, hysterical.
The Priest’s expression did not change.
The doctor added in quieter tones, «After all, I’m a professional man,
And I shouldn’t be bothered by people like you.»
«Is that all you have for me? One lousy quarter G? Couldn’t you lend
Me a nickel…?» «Get out, get out, I’ll call the police I tell you.»
«All right, doctor, I’m going.» Of course it was cold and far to walk,
Rooming house, a shabby street, room on the top floor.
«These stairs, » coughed the Priest there, pulling himself up along the
Bannister. He went into the bathroom, yellow wall panels,
Toilet dripping, and got his works from under the washbasin.
Wrapped in brown paper, back to his room, get every drop in the dropper.
He rolled up his sleeve. Then he heard a groan from next door,
Room eighteen. The Mexican kid lived there, the Priest had passed him on
The stairs and saw the kid was hooked, but he never spoke, because he
Didn’t want any juvenile connections, bad news in any language.
The Priest had had enough bad news in his life.
He heard the groan again, a groan he could feel, no mistaking that groan
And what it meant. «Maybe he had an accident or something.
In any case, I can’t enjoy my priestly medications with that sound coming
Through the wall.» Thin walls you understand. The Priest put down his
Dropper, cold hall, and knocked on the door of room eighteen.
«Who is?» «It’s the Priest, kid, I live next door.»
He could hear someone hobbling across the floor.
A bolt slid. The boy stood there in his underwear shorts, eyes black with
Pain. He started to fall. The Priest helped him over to the bed.
«What’s wrong, son?» «It’s my legs, señor, cramps, and now I am without
Medicine.» The Priest could see the cramps, like knots of wood there
In the young legs, dark shiny black leg hairs.
«A few years ago I damaged myself in a bicycle race,
It was then that the cramps started.» And now he has the leg cramps back
With compound junk interest. The old Priest stood there, feeling the boy
Groan. He inclined his head as if in prayer, went back and got his dropper.
«It’s just a quarter G, kid.» «I do not require much, senor.»
The boy was sleeping when the Priest left room eighteen.
He went back to his room and sat down on the bed.
Then it hit him like heavy silent snow. All the gray junk yesterdays.
He sat there received the immaculate fix. And since he was himself a priest,
There was no need to call one.
The Beatles, Jimmy Page, Bob Dylan, Paul McCartney, Mick Jagger, Frank Zappa, Patti Smith, Iggy Pop, Michael Stipe, Tom Waits, Lou Reed, Thom Yorke, Ian Curtis, Thurston Moore, Richard Hell, Robert Wilson y Laurie Anderson, entre muchos otros, emularon también las técnicas asociadas al virus en sus letras, las cuales repercuten hasta el día de hoy.
Algunas apariciones de Burroughs con sus “discípulos”
William S. Burroughs & The Doors – Is Everybody In? (Álbum tributo a The Doors titulado Stoned Immaculate)
U2 – Last Night On Earth
Ministry – Just One Fix
Tom Waits & William Burroughs – The Black Rider (Magic Bullets) Robert Wilson_tv 1990
REM – Star Me Kitten (La grabación proviene de un álbum llamado Songs in the Key of X: Music From and Inspired By the X-Files)
William S Burroughs on September Songs, un álbum tributo de Kurt Weill en 1997