Por Sofía Berrío Martínez Colaboradora
Un débil suspiro acompañó su último latido, bajo la almohada yacían algunas de sus cartas y poemas olvidados.
Los días pasaban pero el tiempo para él no avanzaba. En ella había tanta luz y esperanza; sin embargo, así como llegó a su vida le fue arrebatada.
Se aferró a sus escritos en sus desesperados intentos por recuperarla, pues era lo único que le hacía sentir calidez.
Las sombras se apoderaron de sus minutos y lo torturaron con los recuerdos. Su mente no pudo más y le trajo cada fantasma a la realidad. La locura fue la única forma de soportar cada respiro. Sin saberlo, al perderla a ella se perdió a él mismo.